JUAN ANTONIO PÉREZ CANOFuente de.: DIARIO SEVILLA.ES
La historia de Juan Antonio Pérez Cano es la que podría protagonizar cualquier persona a la que no le paguen por su trabajo de manera continuada. Tiene 47 años y en su vida laboral figuran más de 25 cotizados a la Seguridad Social, la mayoría como vigilante de seguridad privada. Las dos últimas empresas para las que ha trabajado, Sansa y Esabe, le adeudan más de 38.000 euros, una por un despido improcedente que ganó en los tribunales, pero que no tiene manera de cobrar, y la otra porque le sigue debiendo varias nóminas desde el año 2011.
El vigilante que no conocía el paro
Empleado de seguridad privada durante los últimos 25 años, las últimas dos empresas para las que trabajó le adeudan más de 38.000 euros · Ha tenido que entregar su casa y no puede pagar el alquiler social que le ha ofrecido el banco
La historia de Juan Antonio Pérez Cano es la que podría protagonizar cualquier persona a la que no le paguen por su trabajo de manera continuada. Tiene 47 años y en su vida laboral figuran más de 25 cotizados a la Seguridad Social, la mayoría como vigilante de seguridad privada. Las dos últimas empresas para las que ha trabajado, Sansa y Esabe, le adeudan más de 38.000 euros, una por un despido improcedente que ganó en los tribunales, pero que no tiene manera de cobrar, y la otra porque le sigue debiendo varias nóminas desde el año 2011.
No conocía lo que era el paro hasta ahora. "Si alguna vez me quedaba parado tardaba uno o dos días en volver a encontrar trabajo. Lo de ahora no lo he conocido nunca", explica, mientras rebusca en una carpeta llena de nóminas, contratos e informes de vidas laborales. Ahora lleva más de seis meses parado y la prestación por desempleo se le ha reducido a la mitad. Se le ha quedado en 350 euros al mes. Son esos los únicos ingresos que percibe su familia, después de que a su esposa también se le acabara la ayuda del plan Prepara.
"Tengo casi 40.000 euros en la calle, pero estoy arruinado", dice, en la casa del Polígono de San Pablo en la que vive con su mujer y sus dos hijos, de 16 y 11 años. Es un piso que compró a mediados de la década pasada a buen precio pero que ya ha dejado de ser suyo. Los impagos le obligaron a dejar de pagar la hipoteca, por la que abonaba unos 500 euros al mes que luego subieron a 800 después de refinanciar el crédito. Al no poder hacer frente a estos gastos, el banco aceptó la dación en pago de la vivienda, le condonó la deuda y le ofreció un alquiler a bajo precio a través de la obra social de la entidad.
El pasado 30 de noviembre firmó un contrato por el que se comprometía a pagar 300 euros al mes de alquiler social, más otros 196 de gastos de notaría que sólo tendría que afrontar en la primera cuota. Ya tendría que haberla pagado, pero le es imposible. "Sé que el banco me ha tratado muy bien, que conmigo se han portado como no suelen hacerlo con la mayoría de los clientes, pero también soy consciente de que si no pago el alquiler en los próximos meses la única opción que me quedará es dejar la casa". Incluso traduce sus opciones a porcentajes. "Ahora mismo yo tengo un 70% de posibilidades de irme a la calle", sentencia.
Lo dice con la entereza y la dignidad que no tuvieron los que le llevaron a la ruina. Ha pasado más de media vida trabajando, con meses en los que llegó a ganar más de 2.000 euros, pero ya no le queda un céntimo. Está embargado, su nombre figura en el registro de impagados, no puede comprar nada a crédito.... "Ya ni siquiera vamos a comprar el pan donde siempre, ahora vamos a otro sitio que nos lo deja fiado. ¡El pan fiado! Fíjese. No puedo ir ni al cine. Lleva mi mujer queriendo ir a ver la película esta del maremoto, Lo imposible, desde que se estrenó. Y cada vez que la ve anunciada o hablar de ella me recuerda las ganas que tiene de verla. Y lo único que puedo hacer yo es mirar a ver si me la puedo bajar de internet, pero no la encuentro".
Para él, todo se arreglaría con un trabajo, con un sueldo que por muy bajo que fuera le permitiría seguir pagando el alquiler. Sabe que le va a ser difícil cobrar lo que le deben. Juan Antonio Pérez Cano trabajó durante años en la empresa de seguridad privada Sansa, de la que fue despedido de manera improcedente. El juzgado de lo Social 4 falló a su favor y condenó a la entidad a pagarle 30.000 euros de indemnización. Pero la sociedad figura como insolvente, pese a que sus responsables siguen trabajando en otras empresas de seguridad en Sevilla y Madrid.
"Ahora he tramitado los papeles en el Fogasa (Fondo de garantía salarial), pero los presenté en octubre y puedo tardar alrededor de un año en cobrar. Y ahora a ver la cantidad, que será la mitad o menos". Para entonces puede ser tarde y verse ya fuera de la casa. Pero a quien verdaderamente acusa este vigilante de ser la causa de su miseria es a Esabe, la empresa para la que trabajó en los últimos dos años. Esta compañía tenía adjudicado por la Consejería de Justicia el servicio de vigilancia en los juzgados de Sevilla. Pérez Cano desempeñó buena parte de su trabajo en las sedes judiciales del Prado y del edificio Noga, en el punto de encuentro familiar y en el Instituto Anatómico Forense, donde a veces se encargaba de acompañar y facilitar el trabajo a los investigadores del Grupo de Homicidios de la Policía y la Guardia Civil que acudían a examinar cadáveres.
Pese a la sensibilidad especial que requiere este trabajo, la empresa nunca pagó de manera seria. Siempre lo hacía tarde y mal, hasta que llegó el punto en el que los trabajadores dejaron de cobrar. "A mí me adeudan la nómina de julio de 2011, más otras tres de este año y otros conceptos", lo que en total supone más de 8.000 euros. "Nos decían que la Junta no les pagaba o tardaba en hacerlo, y yo creo que ya tomaron esto como excusa para no pagarnos a ninguno".
"Por ejemplo, en los dos años que pasé en Esabe trabajé con varios contratos con hasta cinco empresas distintas. Todo para no pagar", cuenta, y se acuerda de compañeros que lo están pasando tan mal como él en toda España. Incluso en otras provincias ha habido de casos de suicidios tras meses sin cobrar y acosados por las deudas. "Yo ya estoy en el agujero y ni siquiera se me ve la cabeza, pero hay muchos compañeros que llevan el mismo camino. Hay doce vigilantes en Sevilla que no han sido subrogados por la nueva empresa que presta servicio en los juzgados y a los que Esabe tampoco les permite trabajar porque no les facilita los papeles, así que ni cobran ni pueden trabajar en otro sitio".
Sus compañeros le están ayudando y le hacen ingresos ocasionales en su cuenta bancaria. "Hoy me ha metido cien euros una compañera de Madrid, pero ese dinero no quiero tocarlo porque pueden surgir más gastos". Un grupo de empleados de Esabe ha puesto en marcha una página en Facebook en la que denuncian los abusos de la empresa y señalan con nombre y apellidos a los culpables. "Mire, estos tíos están podridos de pasta mientras sus trabajadores no cobran", dice, y señala a uno de los fundadores de la empresa, del que se dice que es amigo íntimo de Gerardo Díaz Ferrán y que lleva unas semanas intentando vender su Ferrari. Este periódico se ha puesto en contacto en numerosas ocasiones sin éxito con la empresa Esabe para tratar de conocer su versión de los hechos.
En otro blog, que se titula Víctimas de Esabe, se expone la situación límite en la que se encuentran varios trabajadores de esta empresa. Juan Antonio Pérez Cano incluso ha tenido que soportar que algún ex compañero le dijera que salía riendo en la foto del blog y que lo suyo no sería para tanto. "Claro, ¿y qué hago? ¿me ahorco? ¿ésa es la solución?".
Cuenta que es difícil explicarle la situación en la que se encuentra a sus hijos. Tiene una chica de 16 y un niño de 11. "Tratamos de ocultárselo todo, porque en casa, por fortuna, todavía no falta de nada. Ella ya es mayor y es muy comprensiva, sabe lo que hay y es más fácil de llevar. Hace unos días fue su cumpleaños y le regalamos un piercing que quería, aunque quien lo pagó fue la abuela. Pero al niño algo le tienen que traer los Reyes. No sé todavía cómo lo haremos".
El pequeño juega al fútbol en el Calavera y ya entrena un día a la Semana con el Sevilla. Es delantero centro y apunta maneras. "Ese es el que nos va a sacar de todo esto", bromea, mientras fuma un cigarrillo y mira por la ventana. De momento se conformaría con un trabajo o con percibir parte del dinero que se le adeuda. Pese al drama que vive, en el salón ya está colocado un árbol de Navidad.
"Tengo casi 40.000 euros en la calle, pero estoy arruinado", dice, en la casa del Polígono de San Pablo en la que vive con su mujer y sus dos hijos, de 16 y 11 años. Es un piso que compró a mediados de la década pasada a buen precio pero que ya ha dejado de ser suyo. Los impagos le obligaron a dejar de pagar la hipoteca, por la que abonaba unos 500 euros al mes que luego subieron a 800 después de refinanciar el crédito. Al no poder hacer frente a estos gastos, el banco aceptó la dación en pago de la vivienda, le condonó la deuda y le ofreció un alquiler a bajo precio a través de la obra social de la entidad.
El pasado 30 de noviembre firmó un contrato por el que se comprometía a pagar 300 euros al mes de alquiler social, más otros 196 de gastos de notaría que sólo tendría que afrontar en la primera cuota. Ya tendría que haberla pagado, pero le es imposible. "Sé que el banco me ha tratado muy bien, que conmigo se han portado como no suelen hacerlo con la mayoría de los clientes, pero también soy consciente de que si no pago el alquiler en los próximos meses la única opción que me quedará es dejar la casa". Incluso traduce sus opciones a porcentajes. "Ahora mismo yo tengo un 70% de posibilidades de irme a la calle", sentencia.
Lo dice con la entereza y la dignidad que no tuvieron los que le llevaron a la ruina. Ha pasado más de media vida trabajando, con meses en los que llegó a ganar más de 2.000 euros, pero ya no le queda un céntimo. Está embargado, su nombre figura en el registro de impagados, no puede comprar nada a crédito.... "Ya ni siquiera vamos a comprar el pan donde siempre, ahora vamos a otro sitio que nos lo deja fiado. ¡El pan fiado! Fíjese. No puedo ir ni al cine. Lleva mi mujer queriendo ir a ver la película esta del maremoto, Lo imposible, desde que se estrenó. Y cada vez que la ve anunciada o hablar de ella me recuerda las ganas que tiene de verla. Y lo único que puedo hacer yo es mirar a ver si me la puedo bajar de internet, pero no la encuentro".
Para él, todo se arreglaría con un trabajo, con un sueldo que por muy bajo que fuera le permitiría seguir pagando el alquiler. Sabe que le va a ser difícil cobrar lo que le deben. Juan Antonio Pérez Cano trabajó durante años en la empresa de seguridad privada Sansa, de la que fue despedido de manera improcedente. El juzgado de lo Social 4 falló a su favor y condenó a la entidad a pagarle 30.000 euros de indemnización. Pero la sociedad figura como insolvente, pese a que sus responsables siguen trabajando en otras empresas de seguridad en Sevilla y Madrid.
"Ahora he tramitado los papeles en el Fogasa (Fondo de garantía salarial), pero los presenté en octubre y puedo tardar alrededor de un año en cobrar. Y ahora a ver la cantidad, que será la mitad o menos". Para entonces puede ser tarde y verse ya fuera de la casa. Pero a quien verdaderamente acusa este vigilante de ser la causa de su miseria es a Esabe, la empresa para la que trabajó en los últimos dos años. Esta compañía tenía adjudicado por la Consejería de Justicia el servicio de vigilancia en los juzgados de Sevilla. Pérez Cano desempeñó buena parte de su trabajo en las sedes judiciales del Prado y del edificio Noga, en el punto de encuentro familiar y en el Instituto Anatómico Forense, donde a veces se encargaba de acompañar y facilitar el trabajo a los investigadores del Grupo de Homicidios de la Policía y la Guardia Civil que acudían a examinar cadáveres.
Pese a la sensibilidad especial que requiere este trabajo, la empresa nunca pagó de manera seria. Siempre lo hacía tarde y mal, hasta que llegó el punto en el que los trabajadores dejaron de cobrar. "A mí me adeudan la nómina de julio de 2011, más otras tres de este año y otros conceptos", lo que en total supone más de 8.000 euros. "Nos decían que la Junta no les pagaba o tardaba en hacerlo, y yo creo que ya tomaron esto como excusa para no pagarnos a ninguno".
"Por ejemplo, en los dos años que pasé en Esabe trabajé con varios contratos con hasta cinco empresas distintas. Todo para no pagar", cuenta, y se acuerda de compañeros que lo están pasando tan mal como él en toda España. Incluso en otras provincias ha habido de casos de suicidios tras meses sin cobrar y acosados por las deudas. "Yo ya estoy en el agujero y ni siquiera se me ve la cabeza, pero hay muchos compañeros que llevan el mismo camino. Hay doce vigilantes en Sevilla que no han sido subrogados por la nueva empresa que presta servicio en los juzgados y a los que Esabe tampoco les permite trabajar porque no les facilita los papeles, así que ni cobran ni pueden trabajar en otro sitio".
Sus compañeros le están ayudando y le hacen ingresos ocasionales en su cuenta bancaria. "Hoy me ha metido cien euros una compañera de Madrid, pero ese dinero no quiero tocarlo porque pueden surgir más gastos". Un grupo de empleados de Esabe ha puesto en marcha una página en Facebook en la que denuncian los abusos de la empresa y señalan con nombre y apellidos a los culpables. "Mire, estos tíos están podridos de pasta mientras sus trabajadores no cobran", dice, y señala a uno de los fundadores de la empresa, del que se dice que es amigo íntimo de Gerardo Díaz Ferrán y que lleva unas semanas intentando vender su Ferrari. Este periódico se ha puesto en contacto en numerosas ocasiones sin éxito con la empresa Esabe para tratar de conocer su versión de los hechos.
En otro blog, que se titula Víctimas de Esabe, se expone la situación límite en la que se encuentran varios trabajadores de esta empresa. Juan Antonio Pérez Cano incluso ha tenido que soportar que algún ex compañero le dijera que salía riendo en la foto del blog y que lo suyo no sería para tanto. "Claro, ¿y qué hago? ¿me ahorco? ¿ésa es la solución?".
Cuenta que es difícil explicarle la situación en la que se encuentra a sus hijos. Tiene una chica de 16 y un niño de 11. "Tratamos de ocultárselo todo, porque en casa, por fortuna, todavía no falta de nada. Ella ya es mayor y es muy comprensiva, sabe lo que hay y es más fácil de llevar. Hace unos días fue su cumpleaños y le regalamos un piercing que quería, aunque quien lo pagó fue la abuela. Pero al niño algo le tienen que traer los Reyes. No sé todavía cómo lo haremos".
El pequeño juega al fútbol en el Calavera y ya entrena un día a la Semana con el Sevilla. Es delantero centro y apunta maneras. "Ese es el que nos va a sacar de todo esto", bromea, mientras fuma un cigarrillo y mira por la ventana. De momento se conformaría con un trabajo o con percibir parte del dinero que se le adeuda. Pese al drama que vive, en el salón ya está colocado un árbol de Navidad.